domingo, 12 de marzo de 2017

Clase magistral. 'Malvados de oro'.

Daniel Albaladejo. Foto: www.apatateatro.com

¿Cómo no verse como un privilegiado pudiendo situarse a dos metros de un actor y sentir su interpretación a flor de piel, mirarle directamente a los ojos? La sensación se multiplica cuando frente a nosotros se encuentra un intérprete de los tocados con el don de la transmutación. Con esa capacidad única de poseer, de hacer propio un personaje con la naturalidad de quien se viste un traje. Y con esa misma facilidad cambiárselo, ponerse otro, para vivir no una, sino un puñado de vidas en apenas un lapso de tiempo. Sin notar el cambio y ver, cada una de las veces, a alguien distinto, con una personalidad propia. Los tópicos nos prestarían términos como camaleónico o poliédrico, para definir el trabajo de Daniel Albaladejo en Malvados de oro. Un actor de anchas espaldas, capaz de soportar sobre ellas, con firmeza, sin doblegarse, los personajes de mayor peso, darles vida, hacernos, al público, vivirlos con él. Ayer lo demostró una vez más, superlativo, en la Sala Club del Centro Niemeyer. En una obra, un monólogo plural, dirigida por José Bornás, y con texto de Jesús Laiz, en la que Albaladejo da vida a algunos de los malos más despiadados de la literatura dramática española del Siglo de Oro. Seres sin empatía, amorales, sí, pero Albaladejo logra lo imposible: nos subyuguen, nos atraigan.