¿Se
necesita una excusa para acudir a un teatro a disfrutar de las artes
escénicas? Personalmente, creo que no, aunque quizás haya quien las
utilice. Si ese fuera el caso, ayer, 27 de marzo, se celebró el día
mundial del teatro (con el acertado mensaje del dramaturgo polaco Krzysztof Warlikowski). ¿Y dónde se puede festejar mejor tal efeméride?
Por supuesto, disfrutando de una obra. Ese podría haber sido un
perfecto pretexto para acercarse. El mío fue otro: el
estreno mundial en el Palacio Valdés de Avilés de
'Reikiavik', texto de Juan Mayorga dirigido por él mismo, e
interpretado por César Sarachu, Daniel Albaladejo y Elena Rayos.
El
teatro engancha y en ausencia genera mono. Se requieren chutes
periódicos para alimentar y soltar las riendas de esta adicción.
'Reikiavik' pintaba bien y dejaba las suficientes incógnitas como para
querer despejarlas de golpe. También buenas certezas para atraer:
autor de prestigio, actores con oficio y conocidos, además de la
insana codicia de ser el primero en disfrutar (junto a otros 999) de
una función inédita, de saborear la primera vez de los actores...
Atrás quedaron los ensayos. (Aprovecho para decir que me gustaría
entrevistar a alguno de los amos de la escena en el día después de
'desvirgar' un texto, conocer sus miedos, sus dudas, los pilares a
los que se aferran para dar vida a sus sosias).