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Nos queda Galicia. Si algo queda de Galicia. Nos queda Galicia en la defensa del teatro como espacio de denuncia y reivindicación, como espacio de lucha, de catarsis con el público. La escena como lección. Cómo sabe Chévere. Da gusto verlos. Los disfruté en una magnífica “Curva España” a pocos metros del escenario; los degusté en esa película tan teatral que es “Eroski paraíso”, y ayer los devoré, apenas a un salto de una inmensa caja escénica del Centro Niemeyer de Avilés que se va despojando de artificios mientras todo en la trama avanza...
Desde Galicia Chévere nos trae la esencia del teatro, vestido de uno de esos acontecimientos históricos que es necesario recordar, que no deberían haber pasado. Y ambos trechos confluyen en N.E.V.E.R.M.O.R.E., porque por supuesto no debemos olvidar el Prestige y su catástrofe, cómo y por qué sucedió, la concatenación de negligencias y los intereses que condujeron al hundimiento del petrolero, y tanto o más importante, el despertar de tantas conciencias dormidas que como un martillo golpeó Nunca Máis, para que nada de aquello vuelva a repetirse.
Lo colectivo.
El trabajo en equipo. Todos juntos, imposible entender lo que sucede sin la
conexión que se disfruta en el teatro, sublime. Qué manera de ocupar el espacio escénico hasta
dejarlo vacío, solo con la presencia de seis intérpretes únicos. Performance,
teatro radiofónico, teatro gestual… Me recordó continuamente la escenografía las perchas en las
que mineros y siderúrgicos descansaban sus ropas camino del tajo, camino del techo, camino del cielo. Teatro del bueno, con mayúsculas, sin parangón. Dominar
un escenario tan grande y convertirlo en casa, en hogar. En océano, en ría, en
puerto, en playa, en polideportivo en el que duermen los miles de voluntarios llegados
de todos los confines al fin del mundo. Qué grande Xron, con una dramaturgia
sencilla y compleja, llena de capas y resortes casi mágicos, y qué grandes los
seis intérpretes. Patricia de
Lorenzo, Miguel de
Lira, Manuel Cortés,
Mónica García,
Arantza
Villar, Borja
Fernández, recogiendo los paraguas de la multitudinaria manifestación de Santiago,
atando colchones, fluyendo y haciendo de la tragedia una comedia; del dolor, camaradería,
del pasado, un presente continuo. Hace 20 años ya...
N.E.V.E.R.M.O.R.E. va de memoria y futuro. Del hombre depredador del pasado y de lo que llegará, si es que el capitalismo, psicópata en esencia, nos deja porvenir. Va de reconciliarse con la vida y el teatro. Con las mujeres y los hombres de la escena que nos hacen felices durante dos horas, que nos emocionan y nos hacen pensar. Sí, porque a quen foi a abalar a pedra, de neno no colo do pai, e tamén foi de vello, antes e despóis do chapapote, non pode máis que emocioarse. Como escuchando los acentos que retrotraen a los afectos, a las querencias, a la casa… Pero me estoy saliendo del renglón, y hemos venido a hablar de una obra necesaria, magnífica.
N.E.V.E.R.M.O.R.E. remueve por dentro y estremece las conciencias y la piel. Teatro documento ceñido a la verdad y al derecho a la justicia. ¡Ups! Será de la divina, en un país, llámese Galicia, llámese España, que detiene a los capitanes de barco, a los maquinistas de tren, y deja libres a las marionetas y a quienes mueven los hilos, a los políticos y a las transnacionales con sus títeres y ficciones de democracia.
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Los efectos especiales tan artesanos que nos devuelven a la vieja radio… ¿Hubo alguna vez una emisora que contase verdades como puños tal y cómo Radio N.E.V.E.R.M.O.R.E. las envía, directas a la mandíbula de los esparcidores de bulos, los de los hilillos de plastilina, los del fuel que se solidifica como adoquines, los de los miles de millones para comprar el olvido entre amenazas, los que negociaban con las mil y una pantallas detrás de un barco herrumbroso, de Grecia a Suiza, de Holanda a Estados Unidos, de un remolcador de Vigo a un petrolero lleno de fuel pesado embarcado en San Petersburgo, una marea negra flotante?
Hago un inciso,
una vez más. Así ha de ser: tengo una querencia especial por Miguel de Lira,
desde una madrugada en una carballeira en la que lo deslumbré mil y una veces junto
a mi hermana, fotógrafo novato, rodando Krevinski bajo la casa de mis abuelos.
Faltan calificativos para describir a un intérprete que rezuma verdad y vida,
nunca defrauda. Un actor con mayúsculas al que es un deber ver siempre, haga lo que haga. Pero en esta ocasión es uno más, un talento sumado al de sus
compañeros y compañeras al servicio de una historia que ha de ser contada, que
no debe ser olvidada. Talento colectivo al servicio de una empresa necesaria, no lo perdamos de vista, no lo miremos de reojo.
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Emocionarse como el alemán que llegó a la catástrofe con su autocaravana y fotografió sonrisas, en la piel de Patricia de Lorenzo. El marinero de A Illa impidiendo al chapapote entrar en Arousa, en boca de Manuel Cortés. La muxiana que con su gheada y su seseo (os dos meus) desafió las amenazas, vestida de Mónica García. La política que con su pausa retrata al pueblo, como Arantza Villar. O el profesor de la cadena humana más grande jamás vista por estos confines de la tierra, dejando escapar la risa, de Borja Fernández. El capitán de barco, “xa volo dixe eu, mandar o barco cara onde nacen as borrascas…”, tan bien trazado por Miguel de Lira. Y uno se ríe, quizás por no llorar. Y uno se emociona, porque lo importante atrapa en el vientre como una tenaza y no suelta.
Son uno, y son pueblo. Y recuerdan, no algo tan judeocristiano como la culpabilidad, que los cínicos solucionan en comunión, confesión y absolución, solo faltaría, sino algo más terreno, como es la responsabilidad. Porque la catástrofe (como si fuese un acontecimiento irremediable, como un terremoto, o un maremoto que nadie espera, y no un Cason, o un Urkiola, o un Mar Egeo), tiene responsables y nombres propios con los que no nos mancharemos, los de dos Gobiernos, los de España y los de la Xunta, los del PP, que se fueron a cazar mientras hacían dar vueltas a una bañera de óxido cargada con 80.000 toneladas de veneno, como si realmente el fin del mundo estuviese frente a Fisterra y como si las mismas simas que albergan residuos nucleares fuesen a acoger en su seno el fuel como un hermano, sin esparcirlo por la Costa da Morte, sin silenciar el mar, envuelto en una viscosa y maloliente capa negra que apagaba el ruido… Porque no es un minuto de silencio por un mar que ya no está, sino que el petróleo apagó el mar que nos acuna desde niños.
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Spoiler. Al final el Prestige se hunde, y la marea negra inunda la costa de Galicia, llegando hasta Francia. Spoiler. Los responsables siguieron siendo respetables ciudadanos inmaculados de esta nuestra España. Spoiler. El Prestige condujo al movimiento Nunca Máis, a Burla Negra, al despertar de conciencias dormidas bajo la lluvia y la saudade de la tierra de mis ancestros. Spoiler. N.E.V.E.R.M.O.R.E. son dos horas trepidantes de teatro que ojalá nunca se acabaran.
Hace tan solo 20 años… Y algún que otro buen recuerdo, como una concentración en los xardins de Méndez Núñez, y acabar cantando Os Pinos junto a quienes acabarían siendo buenos amigos, y gritando puño en alto, todos a coro, una sola voz, ¡Nunca Máis!
No os perdáis N.E.V.E.R.M.O.R.E. allá donde vaya. Una coprodución de Chévere y el Centro Dramático Nacional. Una píldora contra el olvido. Ya lo repetía el cuervo de Edgar Allan Poe, que revolotea, negra sombra, por el escenario, never more, nunca más, NUNCA MÁIS…