La felicidad llamaba a mi puerta
En un grito alegre, decidido
Me agachaba a acompañarla
Bien sujeta a mis dedos
Sentía la seguridad de mi presencia
Se escondía entre mis piernas
Refugio ante lo ignoto, defensa, barrera
Titubeaba, temerosa
Recuperada la valentía, echaba a andar
Ganaba en fortaleza, andaba y desandaba
Una y otra vez, aprendía el camino de memoria
Apretaba con fuerza y mi mirada brillaba
Inclinado hacia el futuro
Sus manos, mis riendas
Hasta dejarla escapar, volar sola
Orgullo y añoranza de la vulnerabilidad perdida.